jueves, 8 de febrero de 2018

En la siesta infinita de la niñez. Algunas notas sobre "Verano 1993"

En la siesta infinita de la niñez. Algunas notas sobre Verano 1993

En la siesta infinita de la niñez sonaban,
al fondo de la casa, en el bochorno de la tarde,
voces entrecortadas, ecos de los mayores,
restos de conversaciones
dormidas
sobre las mecedoras.
( “Veranos”, Ángeles Mora, Ficciones para una autobiografía)





Verano 1993 es un conjunto de recuerdos infantiles que cobran vida, lo es para los que fuimos niños en los noventa, y atendiendo al éxito de esta obra, qué duda cabe de que lo es para todos los que lo fueron en algún momento.

La película, aunque aparentemente sencilla, aborda de un modo u otro una ingente cantidad de cuestiones en torno a las relaciones y sentimientos humanos.

Para la autora y su familia esta obra cinematográfica debe de suponer por tanto una suerte de trozo de vida hecho carne, una catarsis para con los que están y los que no, algo difícil de superar. Para el resto, tampoco es baladí, el filme nos presenta una puesta en escena de unos recuerdos infantiles con los que muchos podemos identificarnos. Como decía, a los que fuimos niños en aquella época de un modo más directo, pero también para a todos los que podemos conservar en nuestra memoria recuerdos de infancia; las conversaciones de los mayores en voz baja pretendiendo no ser escuchados o la memoria de las siestas estivales. Además, a los que pudimos vivirlos, los veranos en el pueblo: el campo, las verbenas, las fiestas populares (aun con las variantes de las peculiaridades de cada región), los baños, los vecinos que preguntan y comentan en la tienda, los animales, las matanzas de estos, etc. en esto la película es una deliciosa compilación delicada y sumamente real.

Incluso, si nos paramos a contemplar esas relaciones familiares y el modo de educar también podremos observar las diferencias generacionales entre los modos de aquel momento histórico y el actual, cada cual decidirá cuáles mejores o peores, pero, sin duda, modos diferentes: aquel marcado por la libertad y la autonomía.

Para las madres y padres o cualquiera que se relacione con niños la película representa también de modo magistral las relaciones, situaciones y los juegos que se producen entre ellas o ellos.

Pero, Verano 1993, no es solo eso, los noventa y los recuerdos de la infancia, sino que también es una crónica de la familia, con sus luces y sus sombras, un análisis de las distintas relaciones que se pueden dar entre los distintos miembros de ella y de las envidias, las rencillas, los celos, la gestión de las diferencias, diferencias de clase, y distintos modos de vivir y pensar.

Aún nos resta la referencia a la trama central, la cual es contada con una sencillez pasmosa, con pinceladas breves y precisas de una perfección y sensibilidad absolutas, se huye del dramatismo fácil, de modo que, por ejemplo, un breve juego infantil nos muestra el pasado de la protagonista. Las oscilaciones entre la alegría y el dolor de la niña y los que la rodean están absolutamente medidas y suelen ser consecuencia de algún pequeño detalle anterior,de este modo se dibuja una progresión que se revela a veces por medio de brevísimas palabras y acontecimientos.

Todavía hay algo más, la cuestión social, histórica, la denuncia que origina la trama, por más que se trate delicadamente solo de soslayo, es al fin y al cabo otro de los temas principales de la obra y su principal denuncia, la cual explicitó su directora al recoger el premio Goya a la mejor directora novel.

Sin querer desvelar, la trama ni los detalles más importantes para que aquellos que no la hayáis visto podáis disfrutarla, la escena final es tan reveladora y está tan bien hecha y traída como el resto de la película.

Por ser vida hecha ficción, y ficción hecha vida, por ser deliciosa en su alegría, tristeza y dolor, por la exploración de los sentimientos complejos infantiles y adultos que se producen en las relaciones familiares y en la vida, por abordar una cuestión central compleja y dura y hacerlo como lo hace y por la denuncia que plantea, esta película merece ser vista y recordada, no cabe duda ya de que lo va a ser. Seguiremos a su directora, Carla Simón, porque su forma de hacer cine promete seguir regalándonos trozos de vida.

Los y las que tienen boca, se equivocan

Los y las que tienen boca, se equivocan

Espero que por cada mujer que pone en la puerta de su despacho "María Jiménez, abogado" y a las que cuando nos hacemos un perfil de Facebook se nos obliga a denominarnos "Profesor" porque "Profesora" es algo muy complicado al parecer de consignar para esta red social y tan difícil de cambiar, se arme el mismo escándalo que cuando una mujer se equivoca y dice "portavoza", igual es que algunos/as estaban deseando que algo así pasara para decir "lo veis, llevamos razón, el lenguaje inclusivo es absurdo". En mi opinión no lo es, en absoluto. 

Cuando yo era pequeña por ejemplo era muy normal decir y escribir "el hombre" para hablar de "el ser humano", hoy ese uso está totalmente desechado, por suerte. A veces en clase me ha pasado que al no usar un lenguaje inclusivo a mis alumnas o alumnos les ha resultado raro, no entendían y han preguntado si me refería a todos y todas o solo a algunos. 

El lenguaje cambia con el uso y las transgresiones y esto no es ninguna tragedia sino algo normal, si además esos cambios están motivados y encima lo están por una necesidad social con el fin de mejorar una situación que no era justa, pues mejor. 

Otro ejemplo tampoco tan lejano, soy relativamente joven, estudié Filología Hispánica, tuve una asignatura entera dedicada a la Generación del 27, me leí antologías de los autores de este grupo, diez hombres cuya biografía y obra tuvimos que memorizar, jamás me hablaron de las Sinsombrero, jamás las leí. Ahora, veinte años después las andamos reivindicando.

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