En la siesta infinita de la niñez. Algunas notas sobre Verano 1993
En la siesta infinita de la niñez sonaban,
al fondo de la casa, en el bochorno de la tarde,
voces entrecortadas, ecos de los mayores,
restos de conversaciones
dormidas
sobre las mecedoras.
( “Veranos”, Ángeles Mora, Ficciones para una autobiografía)
Verano 1993 es un
conjunto de recuerdos infantiles que cobran vida, lo es para los que
fuimos niños en los noventa, y atendiendo al éxito de esta obra,
qué duda cabe de que lo es para todos los que lo fueron en algún
momento.
La película, aunque
aparentemente sencilla, aborda de un modo u otro una ingente cantidad
de cuestiones en torno a las relaciones y sentimientos humanos.
Para la autora y su
familia esta obra cinematográfica debe de suponer por tanto una
suerte de trozo de vida hecho carne, una catarsis para con los que
están y los que no, algo difícil de superar. Para el resto, tampoco
es baladí, el filme nos presenta una puesta en escena de unos
recuerdos infantiles con los que muchos podemos identificarnos. Como
decía, a los que fuimos niños en aquella época de un modo más
directo, pero también para a todos los que podemos conservar en
nuestra memoria recuerdos de infancia; las conversaciones de los
mayores en voz baja pretendiendo no ser escuchados o la memoria de
las siestas estivales. Además, a los que pudimos vivirlos, los
veranos en el pueblo: el campo, las verbenas, las fiestas populares
(aun con las variantes de las peculiaridades de cada región), los
baños, los vecinos que preguntan y comentan en la tienda, los
animales, las matanzas de estos, etc. en esto la película es una
deliciosa compilación delicada y sumamente real.
Incluso, si nos paramos a
contemplar esas relaciones familiares y el modo de educar también
podremos observar las diferencias generacionales entre los modos de
aquel momento histórico y el actual, cada cual decidirá cuáles
mejores o peores, pero, sin duda, modos diferentes: aquel marcado por
la libertad y la autonomía.
Para las madres y padres
o cualquiera que se relacione con niños la película representa
también de modo magistral las relaciones, situaciones y los juegos
que se producen entre ellas o ellos.
Pero, Verano 1993, no es
solo eso, los noventa y los recuerdos de la infancia, sino que
también es una crónica de la familia, con sus luces y sus sombras,
un análisis de las distintas relaciones que se pueden dar entre los
distintos miembros de ella y de las envidias, las rencillas, los
celos, la gestión de las diferencias, diferencias de clase, y
distintos modos de vivir y pensar.
Aún nos resta la
referencia a la trama central, la cual es contada con una sencillez
pasmosa, con pinceladas breves y precisas de una perfección y
sensibilidad absolutas, se huye del dramatismo fácil, de modo que,
por ejemplo, un breve juego infantil nos muestra el pasado de la
protagonista. Las oscilaciones entre la alegría y el dolor de la
niña y los que la rodean están absolutamente medidas y suelen ser
consecuencia de algún pequeño detalle anterior,de este modo se
dibuja una progresión que se revela a veces por medio de brevísimas
palabras y acontecimientos.
Todavía hay algo más,
la cuestión social, histórica, la denuncia que origina la trama,
por más que se trate delicadamente solo de soslayo, es al fin y al
cabo otro de los temas principales de la obra y su principal
denuncia, la cual explicitó su directora al recoger el premio Goya a
la mejor directora novel.
Sin querer desvelar, la
trama ni los detalles más importantes para que aquellos que no la
hayáis visto podáis disfrutarla, la escena final es tan reveladora
y está tan bien hecha y traída como el resto de la película.
Por ser vida hecha
ficción, y ficción hecha vida, por ser deliciosa en su alegría,
tristeza y dolor, por la exploración de los sentimientos complejos
infantiles y adultos que se producen en las relaciones familiares y
en la vida, por abordar una cuestión central compleja y dura y
hacerlo como lo hace y por la denuncia que plantea, esta película
merece ser vista y recordada, no cabe duda ya de que lo va a ser.
Seguiremos a su directora, Carla Simón, porque su forma de hacer
cine promete seguir regalándonos trozos de vida.